Por: Mauro Adán Castro
Desde hace algunos años, los ciudadanos mexicanos hemos sido testigos de un discurso que promete un cambio generacional en la política del país. Se nos ha vendido la idea de que una nueva generación de líderes y candidatos llega con una visión fresca y renovadora, dispuesta a romper con las prácticas del pasado. Sin embargo, la realidad nos muestra que la vieja política persiste, empeñada en incrustarse de manera desafortunada en la llamada «nueva política».
El caso más reciente que ilustra esta lamentable tendencia es el registro del líder magisterial y ex dirigente del ya extinto partido político Redes Sociales Progresistas (RSP), Juan Manuel Macedo. Un personaje cuya trayectoria ha estado marcada por vivir del erario público prácticamente toda su vida. En la elección del 2022, Macedo abandonó a los candidatos que representaban a RSP, optando por sumarse a Carlos Herrera Tello, quien en ese momento era apéndice del llamado «silvanismo». No olvidando que RSP era un partido político allegado a la visión de la Cuarta Transformación.
Macedo Negrete no solo traicionó la confianza de los candidatos que representaban a RSP en ese momento, sino que, fiel a su costumbre, apoyó al candidato que parecía «más conveniente». Esto deja en evidencia que, para algunos personajes de la vieja guardia política, los intereses personales y las lealtades cambian más rápido que las promesas de cambio.
Justo cuando pensábamos que estos personajes se habían jubilado de la política, nos sorprende ver cómo ahora migran a otros intitutos políticos. En este caso, Macedo se una a las filas del Movimiento Ciudadano en búsqueda de una candidatura al distrito local de Zitácuaro. Parece que la jubilación política es un lujo que estos actores no pueden permitirse, y prefieren seguir «mamando» del herario público, utilizando diferentes plataformas políticas como trampolines para mantenerse en el juego.
Este episodio nos lleva a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la «nueva política». ¿Es realmente un cambio generacional o solo un maquillaje superficial para encubrir las mismas prácticas de siempre? La ciudadanía merece líderes políticos comprometidos con el bienestar común y la transparencia, no figuras que solo buscan perpetuar su presencia en la esfera pública a costa de traiciones y cambios oportunistas.
En el camino hacia una verdadera transformación política, es necesario estar alerta y exigir coherencia a aquellos que dicen representar el cambio. La vieja política no debería tener cabida en la «nueva política», y los ciudadanos merecen líderes que trabajen para el país, no para sus propios intereses.
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