PREGONAUTAS

La nueva normalidad en la Facultad

Por: Eduardo Vargas Rodríguez

Tras haberse cumplido casi dos años del inicio de la pandemia, en donde vivimos sumergidos en la virtualidad, sometidos al miedo y la ansiedad, volvimos a caminar por los pasillos de la Facultad de Derecho, con un gran ánimo y entusiasmo, no sólo por encontrarnos con nuestros amigos de nuevo, sino por todo lo que implica el volvernos más humanos nuevamente.

Hoy inicia la cuarta semana de clases y la ciudad de la cantera rosa ha cobrado vida; los choferes del transporte público, la señora que vende comida, el anciano que vive de alquilar cuartos para estudiantes, todos ellos se encuentran contentos porque la crisis ha quedado en el pasado, gradualmente sus ingresos financieros comienzan a recuperarse.

Así mismo, dentro de la facultad se respira un aire de alegría y felicidad; las antiguas organizaciones estudiantiles empeñadas en atraer a los alumnos de nuevo ingreso, ofrecen fiestas, drogas y alcohol; dentro de las aulas, aquel viejo maestro que ya no tiene con quién platicar se encuentra nuevamente en posibilidad de sentirse vivo al rodearse de frescos estudiantes dispuestos a prestar atención a todo cuanto aquel pronuncie; la biblioteca abarrotada por todos aquellos, quienes hambrientos de conocimientos y ansiosos del saber, encuentran en la lectura la herramienta más poderosa para la vida universitaria.

Entre tanto, los temas de conversación de los pasillos van cambiando,  ahora ya no se habla del Covid y sus variantes. En unos pocos días, la materia favorita de muchos paso a ser el Derecho Internacional, pues se escucha hablar de Ucrania, Rusia y los conflictos de Europa.

Así es como se vive la nueva normalidad en la Facultad. Una normalidad en donde las exigencias de los alumnos han cambiado, en donde él espirito del nicolaicismo se siente más vivo que nunca, en donde todos los aspectos anteriormente mencionados pasan a ser secundarios, dado que el principal motor que mueve a los estudiantes de la FDCS son sus ganas por superarse, por conseguir un título universitario, y así, estar en condiciones de materializar todos los sueños, metas y añoranzas, que una vez cuando en primer año de la licenciatura, a todos impulsaban a no desertar en el camino.

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