Por: Diovana Rodríguez
Está bien no estar bien. Vivimos realidades tan durasque en nuestra cotidianeidad pareciera sumamente complicado hacer una pausa y comenzar a focalizar nuestros pensamientos y sentimientos, pareciera que vivimos en automático, como programados para sobrevivir satisfaciendo solo nuestras necesidades básicas y posponiendo siempre nuestras emociones, pero no debería ser así, hay que vivir, no sobrevivir.
Por eso, cuando finalmente las emociones nos alcanzan y el cuerpo se desborda, cuando se convierte en algo insostenible, ahí volteamos a ver nuestra salud mental, esa salud que en realidad está condicionada a factores como el estrés, características individuales, factores sociales y estructurales, exposición temprana al trauma, violencias y otros fenómenos que en mayor o menor medida nos impactan.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, (OMS), “La salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad”.
Reconociendo lo anterior, atender nuestra salud mental es prioritario, ya que es la base para ser funcionales en básicamente cada aspecto de nuestra vida. Es de resaltarse además que la OMS señala que la salud mental es más que la ausencia de trastornos mentales y que es experimentada de forma distinta por cada persona, en diversos grados de dificultad y angustia, por ello hay que ser personas empáticas y siempre tener en la mente que no se deben minimizar los problemas y afecciones de otra persona, todxsafrontamos lo que nos acontece de forma distinta y con las herramientas que hemos podido adquirir a lo largo de nuestra vida.
Quizá algunxs lidien con heridas de la infancia, traumas, violencias vividas, otras personas tendrán como adversidad la soledad, la sensación de falta de propósito, rupturas, depresión, ansiedad, cada persona atraviesa una realidad diferente, cada dolor es distinto y no hay uno que valga más que otro, muchas circunstancias y factores se coligen para que nuestra salud se encuentre afectada.
Ante estos escenarios, conocernos bien es un buen lugar para comenzar, hacer un recorrido por nuestro pasado, nuestro presente y nuestra personalidad sirve porque si bien los ataques de pánico, cambios extremos de humor o el abuso de sustancias, son señales claras de que nuestra salud mental no está del todo bien, hay señales un poco más complejas de identificar, para ello el cuerpo nos habla, como cuando somatizamos nuestras emociones, nos atormentan nuestros pensamientos pasados o futuros, disminuye nuestra capacidad para solucionar conflictos, cuando nuestras decisiones se ven influenciadas por creencias irracionales, o cambian nuestras dinámicas de sueño o alimentación, ¿te conoces lo suficiente para identificar esto en ti?
No obstante lo anterior, la solución no es tan sencilla como solo ir a terapia, o el trabajar en ti, que aunque es muy relevante y recomendable, la salud mental es una problemática colectiva que como el resto de derechos humanos, también es exigible, esto es así por las siguientes razones:
• No todas las personas pueden costear los servicios particulares de especialistas, ya sea psicólogo o psiquiatra. La salud mental debe ser derecho, no un lujo.
Nadie escapa a esta crisis, en mayor o menor medida necesitamos atender nuestra salud mental, no hay ninguna razón para ocultarlo, atravesar por una situación compleja no te hace débil, la realidad es que vivimos en un sistema cruel que nos castiga en muchas formas, y ante ello hay que resistir para que la salud mental no sea como hasta ahora, privilegio de unos cuantos, sino derecho de todxs y mientras tanto, en el camino podemos acompañarnos, encontrar redes que nos arropen y a nuestro ritmo, sanar.